Cuando el miedo se disfraza de arrogancia
Humanidades en la Medicina
Cuando un médico enferma, la sensación de poderío se desmorona y la incertidumbre que antes veían en los ojos de sus pacientes la sienten ahora como propia
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Como médicos nos preguntamos… ¿Qué sucedería si estuviésemos en el otro lado de la mesa, es decir, como pacientes? En el libro When Doctors Become Patients (Cuando los médicos se convierten en pacientes), el autor, Klitzman, se basó en la entrevista a más de 70 médicos que habían atravesado enfermedades graves, recogiendo sus testimonios para elaborar la narrativa. Este relato lo escribió cuando estaba ingresado en el hospital diagnosticado de depresión tras la muerte de su hermana, fallecida en el atentado de las torres gemelas del 11-S.
Otro libro que nos interpela es el libro del neurocirujano Henry Marsh, que nos ofrece una visión de cómo ve la realidad el médico que enferma, explorando la vulnerabilidad cuando pasa de un rol a otro.
Estos libros nos enfrentan a una verdad que es incómoda, donde la sensación de poderío se desmorona, y la incertidumbre que antes veían en los ojos de sus pacientes la sienten ahora como propia. Toda la confianza con la que antes manejaban las situaciones más delicadas se transforma en seguridad líquida, como argumentaba Bauman en su obra sobre la modernidad líquida en el contexto social, en la que la inseguridad, la fluidez y la fragilidad de estructuras comunitarias son una constante.
De pronto, aparece una forma nueva, con cambios profundos y el desarrollo de una empatía renovada, a veces en el seno de un diagnóstico o tratamiento fallido, que nos lleva a ver de otra manera a los pacientes arrogantes y preguntones, buscando respuestas ante su desesperación. Muchos se sienten desorientados e impotentes aunque tengan conocimientos suficientes de la patología en cuestión. Pensamos como médicos y como tales estamos centrados en luchar contra la enfermedad y ofrecer las opciones disponibles, pero cuando nos toca, la toma de decisiones la vemos con menos claridad.
He conocido médicos que han optado por el autoabandono, rechazando tratamientos más agresivos, aceptando la muerte con la mayor serenidad. Es una lucha interna entre el conocimiento científico y el instinto de supervivencia. Por otra parte, no todos los médicos quieren que sus colegas sepan que están enfermos; hacen un pacto de silencio con ellos mismos y con su entorno más directo. Parece como si existiera un estigma de vulnerabilidad ante sus compañeros, mientras que otros encontraron en ellos, comprensión y apoyo. El paso por la enfermedad incluso los convierte en mejores médicos: dejan escapar su humanidad a través de su bata blanca y, ante su fragilidad, buscan consuelo.
En todo caso, se comprende mejor lo importante que es la compasión en la práctica médica. Ponemos a veces la excusa de la burocracia y la deshumanización como crítica en los fallos del sistema de salud. Nos planteamos el dilema de cómo abordar la mortalidad ante una enfermedad fatal, dándonos cuenta de que al final todos compartimos la misma debilidad humana.
Un estudio del Colegio de Médicos de Barcelona reveló la despreocupación del colectivo médico por su salud, automedicándose y haciendo consulta de pasillo, no recomendable y altamente peligrosa. En otras ocasiones no informan de los efectos adversos del tratamiento dándolos por sabidos.
La medicina es una de las profesiones más afectadas por el estrés laboral, sobrecargas de pacientes y guardias agotadoras, a lo que se suman otras prácticas como la docencia o la consulta privada, llegando al burnout, con agotamiento emocional y depresión. Con estas situaciones, las afecciones más frecuentes son las cardiovasculares y las oncológicas. En estudios internacionales, la tasa de suicidios entre los médicos es el doble de la población general. Y ahora, comprendemos la acepción de la palabra paciente, que significa padecer, y al mismo tiempo podemos equipararla a paciencia.
Cuando el médico trata a un paciente médico, se le olvida o ignora, a veces inconscientemente, la delicadeza y la prudencia al manejar situaciones que requieren tacto. Recuerdo un caso que, sin más preámbulos, dijo “lo que tienes es un cáncer”, sin ofrecer empatía, aliento o una palabra amable de esperanza.
El Dr. Kottow, profesor de bioética, fue ingresado en una clínica con el diagnóstico de síndrome de Guillain-Barré. Durante su estancia hospitalaria, publicó sus vivencias en un libro, El pa(de)ciente, en el que criticó la medicina institucionalizada porque aumentaba la ansiedad del enfermo. Esto es, cuando nos olvidamos de la afectividad, y nos centramos más en la enfermedad que en el paciente, como relató el Dr. Jovell en su libro Cáncer, biografía de una supervivencia.
Es muy importante recordar lo que debiera ser el primer mandamiento médico: “Trata a tus pacientes como te gustaría ser tratado”. Evoco con agrado como los mismos celadores, al llevar al enfermo a quirófano, le hablaban con afectividad y lo reconfortaban; las mismas limpiadoras, al hacer la habitación, inundaban con sus palabras de esperanza y ánimos a enfermos y familiares. La empatía de entender la situación emocional del paciente es tan importante o más que el trabajo científico ante una enfermedad fatal.
Para los enfermos oncológicos, por ejemplo, la compasión la sienten como un acercamiento del médico, que se interesa por él como persona sufriente, sin paternalismos ni hipocresía, haciéndoles ver y sentir que están cerca. Puede ocurrir que el galeno enfermo se vuelva obsesivo con el trabajo, con una máscara detrás de la cual oculta sus miedos e incertidumbres con la intención de esconder su pesar. En otros extremos recurren al alcohol o a los antidepresivos. Otros optan por medios más saludables, como es revitalizar sus vidas y manejar lo aprendido de sus pacientes, que es afrontar la enfermedad con coraje y dignidad.
Si pasan este bache de la vida se mejora su relación médico-paciente con más comprensión e interés. De paso, reflejan una actitud ética, donde su curación facilita la sanación al paciente. Nos invita a la reflexión dual entre la figura fuerte e infalible del médico y su realidad humana, imponiéndose esta por coherencia.
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