Álvaro Salvador: "La poesía es inútil ante que estén asesinando a gente en Gaza"

El poeta y profesor granadino reúne medio siglo de producción poética, además de una obra inédita, en 'La guarida inútil'

El poeta granadino Álvaro Salvador
El poeta granadino Álvaro Salvador / Jesús Marín
Tamara García

27 de junio 2025 - 05:59

El poeta y profesor Álvaro Salvador (Granada, 1950) acaba de presentar en uno de los ciclos del CAL La guarida inútil. Poesía reunida (1970-2023), una recopilación en la que no solo se recoge su obra publicada, sino también un libro inédito, Aguaparra. Junto a Luis García Montero y Javier Egea, Salvador fue en los inicios de los ochenta uno de los fundadores de la tendencia poética Otra sentimentalidad.

–Medio siglo de producción poética reunida. Eso debe de dar cierto vértigo

–Precisamente esa es la sensación que tuve cuando Gracia Morales, la editora, y yo terminamos de prepararlo. Alegría, por supuesto, pero del tipo que te devuelve el trabajo hecho.

–Después de una obra de este tipo, ¿qué se escribe, un punto y seguido, un punto y aparte, un punto y final?

–Espero que no un punto y final (ríe), pero sí un punto y aparte. De hecho tengo otro libro ya escrito. Es que durante la pandemia trabajé mucho y tenía casi casi dos libros. Uno de ellos, el que va en este volumen junto a mi poesía anterior reunida, y el otro, es el que tengo ahí por salir, que lo terminé después.

–‘La guarida inútil’, ¿por el prólogo que le hizo Juan Carlos Rodríguez para ‘Las cortezas del fruto?

–Tiene un doble propósito, por supuesto, el homenaje al maestro y, sobre todo, porque le da sentido a toda la obra. La guarida inútil es parte de un verso mío donde me refiero a la poesía y, bueno, me parece como muy definitorio de todo lo que ha sido mi trayectoria.

–Entonces, entiendo, que a usted la poesía no le sirve de refugio

–La poesía es inútil ante los grandes temas, a que estén asesinando a gente en Gaza o a que haya un monstruo dirigiendo al país más poderoso de la Tierra. La poesía no puede hacer nada contra las cosas que nos indignan, pero eso no quita para que sea un consuelo y para que pueda servir para mejorar a las personas. Afortunadamente, para eso sí sirve.

–¿Y el poeta debe estar en esos grandes temas?

–Sí, debe estar, eso es lo que la poesía debe estar diciendo continuamente pero, entiéndeme, no de una manera como el político, ni de forma panfletaria, pero sí dando testimonio de lo que ocurre con su discurso. Por ejemplo, este libro mío, que es un libro de 50 años de vida poética, se cierra con un poema en el que yo, ante mi vejez y sus achaques, añoro ser un miliciano ucraniano que muere con dignidad.

–Ha publicado novela, ensayos y obras de teatro, ¿pero es la poesía como su hábitat natural?

–La poesía es lo que más he frecuentado, con más intensidad y es el género en el que me siento más cómodo. El ensayo, de algún modo, ha sido una necesidad de mi trabajo académico, pero es cierto que lo disfruto mucho y, bueno, el teatro es que tiene unas exigencias que con la carrera académica ya no podía compaginar. Todos los grandes dramaturgos han sido hombres de teatro. El teatro tiene esas dos dimensiones, el texto y luego el texto puesto en pie, como decía Lorca. Y hay que estar ahí.

–También tiene una producción de artículos muy interesantes. Releí hace poco ‘De la otra sentimentalidad a la nueva banalidad’ donde se muestra muy crítico con cierta poesía de hoy. ¿Sigue pensando que son tiempos tan banales?

–Ahora las aguas se han tranquilizado un poco pero hubo un momento como de una especie de invasión de personas mediáticas que se decían poetas y que, de pronto, coparon todas las listas de ventas. Porque claro, si eres un youtuber y dices que has escrito un libro y tienes 10.000 seguidores, pues por lo menos 1.000 te lo van a comprar. Las editoriales se lanzaron entonces a hacer colecciones especiales para estos poetas y, desde mi punto de vista, es que la mayoría escribían fatal. A eso me refería con la nueva banalidad porque, de algún modo, desde nuestra posición, que bueno, si la quieres llamar más elitista o más culta, se les amparó.

–¿Por qué?

–Porque es muy gustoso el ponerte al lado de un chico o una chica que tiene un montón de seguidores y que puede ser que de rebote te compren tu libro también. A mí eso me pareció una operación un poco fea y por eso escribí ese artículo. Pero, vamos, muchos de ellos han aprendido a escribir y escriben ahora bastante mejor, lo cual es de agradecer; y otros han desaparecido directamente. Es que hay un cierto peligro de banalización en las redes porque no hay un principio de autoridad, entonces, todo el mundo escribe como les salen los sentimientos, de una forma muy directa, muy poco elaborada y la poesía requiere más trabajo y más profundización en la tradición literaria. La mayoría de estos chicos no leen nada y se creen que la poesía nace de ahí, de las entrañas y tal.

–¿Y de los otros, de los buenos, hay poetas jóvenes?

–¡Sí, claro! Hay poetas jóvenes muy interesantes. En Granada tenemos a Rosa Berbel, que es una poeta maravillosa, a María Elena Higueruelo, Maite Gómez Molina, una chica súper brillante que mezcla los medios audiovisuales con la poesía tradicional... Hay gente joven que está haciendo cosas estupendas.

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