Negro sobre blanco (o al revés)
Teju Cole vuelve al ensayismo, del que es tan afín, en ‘Papel negro’ donde recoge varios textos en torno a la idea de la negritud en el arte, la historia universal y la propia actualidad social y política

La ficha
'Papel negro. Escribir en tiempos de oscuridad'. Teju Cole. Traducción de Miguel Temprano García. Acantilado. 304 páginas. 22 euros
A Teju Cole (Kalamazoo, Michigan, 1975), estadounidense de origen nigeriano (vivió su niñez y primera mocedad en Lagos antes de establecerse definitivamente en Estados Unidos), lo conocimos por su aclamada novela Ciudad abierta, considerada diez años atrás una de las mejores novelas del presente siglo. Entre el paseo, la introspección y la levedad, Ciudad abierta ofrecía un retrato del Nueva York de después del 11-S a través de la mirada renovada del flâneur.
Anterior a la novela que lo encumbró es Cada día es del ladrón, donde el escritor, fotógrafo y crítico de arte abordaba su regreso a la Nigeria donde se crió (demoledora estampa sobre la corrupción del fallido país). Ahora, en Papel negro, Teju Cole vuelve al ensayismo del que es tan afín, como demostrara también en su anterior Cosas conocidas y extrañas. Patricio Pron definió a Cole como una especie de V. S. Naipul que aún observa y se observa observando. El estilo no es más importante que la verdad sobre lo que escribe. Igual que la realidad no es lo que le atrae en esencia, sino los detalles y matices que, analizados desde la interioridad y la autobiografía, permiten entrar por la puerta de atrás de lo visible y aparente. Se le ha comparado a menudo con la forma literaria de autores que hacen del paseo y la observación una marca propia, caso de W. G. Sebald o Peter Handke.
Papel negro recoge varios textos agrupados mayormente en torno a la idea de la negritud en el arte, la historia universal y la propia actualidad social y política (inmigración, racismo, los refugiados). Algunos de los ensayos aquí recogidos tuvieron su origen en las charlas que Teju Cole impartió en la Universidad de Chicago auspiciadas por la familia Berlin. Otros textos aparecieron en diversas cabeceras (New York Times Magazine, Paper, New York Review of Books, Brick y Medium). El autor demuestra una vez más que se puede tener una mirada fina, delicada y ajena al rebumbio soez, y disfrutar lamiendo un vulgar helado de vainilla, como ha hecho ahora de visita a Barcelona, sin que dicha operación golosa le afecte a su imagen de tipo cultivado (un cooltureta si se quiere) ni a su idea estética sobre el mundo que le interesa.
Hay textos dedicados a Caravaggio, a quien retrata no tanto por sus cuadros como por su condición de exiliado (el Merisi siempre se puso a salvo de la justicia en ciudades con puerto como Nápoles, Siracusa o La Valeta). Muchos textos obedecen a crítica de arte a través de obras pictóricas y fotográficas sobre las que el autor, como se decía, observa y se observa observando. A menudo Teju Cole suele viajar a ciertos lugares ante el llamado de una obsesión particular. Si en São Paulo visitó un montón de azoteas de rascacielos hasta dar con el lugar exacto desde el que el sueco René Burri fotografió a cuatro hombres trajeados (es uno de los textos que aparece en Cosas conocidas y extrañas), en Papel negro hay también visitas y viajes a lugares no siempre hospitalarios (Cole visitó la isla noruega de Utøya, donde la matanza perpetrada en 2011 por el neonazi Anders Breivik). Hay textos breves y fragmentarios que obedecen al molde del cuaderno de bitácora, el dietario y el casi aforismo (“El tocón quemado de un árbol”). Hay homenajes implícitos a escritores como John Berger o Edward Said vinculados a la cuestión palestina. Y hay piezas dedicadas a la obra gráfica de referentes personales como Marie Cosindas, Susan Mieselas (autora de la tremenda foto que capta el hedor que les llega a quienes contemplan la quema de cadáveres previamente asesinados en la nicaragüense villa de Estelí), Kerry James Marshall, Lorna Simpson o Santu Mofokeng (autor de una curiosa foto que captó en un vagón de la línea Soweto-Johannesburgo).
De fondo, el libro traza mayormente como una línea de puntos en torno a la idea del negro y la oscuridad, con las asociaciones transversales que el concepto crea y que llevan lo mismo a repensar la historia del arte que a hablar del racismo partiendo de nociones culturales sobre la africanidad o los dejos que aún arrastra la herencia del colonialismo en las sociedades actuales.
El cuadro La resurrección de Lázaro de Duccio de Buoninsegna, las escenas de los migrantes que perecen en la frontera texana con México en la era uno del primer Donald Trump, ciertas reflexiones sobre la Resistencia francesa o el sentirse uno traducido a otras lenguas son, entre otros, los temas inconexos y de aparente dispersión que Teju Cole, sin embargo, consigue enhebrar no tanto en un mismo discurso como en una idea unitaria del discurso a través de la ética y la estética. El detalle, como las cosas calladas y silenciosas de la vida, son el todo en todo lugar y situación.
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