Pedro Sánchez tras la rueda de prensa posterior a la cumbre de la OTAN.
Pedro Sánchez tras la rueda de prensa posterior a la cumbre de la OTAN. / EFE

25 de junio 2025 - 18:35

El objetivo soterrado de la cumbre de la OTAN en La Haya era que Donald Trump saliese contento, que regresase feliz a su país y a ello se ha dedicado sin remilgos su secretario general, Mark Rutte, sabedor de que la adulación es un arma a la que el narcisista que gobierna los Estados Unidos no puede resistirse. Lo ha hecho bien Mark Rutte, sus rodillas desolladas así lo demuestran.

La OTAN podía haber definido cuáles deben ser sus necesidades operativas, sin necesidad de traducirlas en costes sobre el PIB o en millones de dólares, pero tocaba respaldar el argumento de Trump de que Estados Unidos ya ha pagado demasiado a Europa. Rutte lo entendió así, y 37 de los 38 miembros lo comprendieron, aunque muchos de ellos carezcan de medios para alcanzar el 5% del gasto en defensa.

Y aun así, Pedro Sánchez se ha equivocado y ha colocado a España en una situación incómoda e innecesaria, ha manchado la trayectoria atlantista de nuestro país con declaraciones que no sólo han molestado a Estados Unidos, sino al resto de aliados, y ha marcado un punto de inflexión en su gestión de la política internacional, que ha sido bastante buena. Los 37 restantes ni son vasallos ni son estúpidos, toman nota.

Acuciado por los casos de corrupción de su partido, refractario a asumir más responsabilidades políticas, Sánchez y la factoría de Moncloa necesitaban un giro en la agenda, un cambio de relato y qué mejor que hacerse un Zelensky y buscar un enfrentamiento directo con Trump. La sobreactuación de Pedro Sánchez desde el domingo pasado respaldan esta suposición de la cortina de humo que, además, evita un nuevo roce con sus descomprometidos socios.

Trump es previsible, a nadie le puede sorprender que su respuesta a la provocación de Pedro Sánchez haya sido que doblará en daño comercial el gasto que España debería hacer en defensa. No resulta nada confortable escuchar al presidente de Estados Unidos la amenaza que ha hecho a la economía española: va muy bien, pero puede quedar arrasada. Supongamos que toca los aranceles del aceite de oliva, ¿de cuál de los dos presidentes sería la culpa?

Con una razón de fondo, pero de modo innecesario más allá de su propio interés, Pedro Sánchez ha puesto en riesgo a España.

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