EDITORIAL
¿Deriva autoritaria en Estados Unidos?
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La manifestación convocada para esta mañana en Madrid por el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, culmina una semana en la que la política española ha vuelto a demostrar una deriva preocupante. Con un Gobierno que ha perdido la iniciativa y un clima marcado por escándalos de índole diversa que amplificados mediáticamente provocan un ruido ensordecedor, la situación se hace cada día más caótica. La oposición, como se puso de relieve en la fracasada Conferencia de Presidentes del viernes, trata de aprovechar la debilidad de Pedro Sánchez para echar más leña al fuego y forzar la convocatoria de unas elecciones generales en las que tendría fácil barrer a un PSOE desarbolado. La opinión pública, mientras tanto, asiste a un espectáculo que adquiere perfiles impropios de un país serio, como ocurrió en la comparecencia de la ex militante del PSOE especializada, al parecer, en bucear en las cloacas de la política. En medio de este panorama enrevesado se empiezan a alzar voces que piden poner fin a una legislatura que está lejos de alcanzar los niveles de operatividad que necesitaría el país. No solo el PP a coro, también barones socialistas como Emiliano García Page se han apuntado a esta tesis temeroso de que el tremendo desgaste de Sánchez termine pasándole factura en las elecciones autonómicas. Es comprensible. Acudir a las urnas para clarificar el panorama podría ser una salida a la situación de bloqueo político que vive el país, pero no es la única. Nada bueno se puede esperar en los próximos meses de un Ejecutivo que cada vez ejecuta menos y de una oposición que a duras penas contiene la tentación de echarse al monte. Los dos años transcurridos de legislatura son suficientes para comprobar que el modelo ensayado por Sánchez con su política de alianzas y su voluntad de levantar muros ya no da más de sí. En una democracia los ciudadanos tienen siempre la última palabra.
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