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¿Deriva autoritaria en Estados Unidos?
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Algunos dirigentes del Partido Popular, y también algunos medios proclives, han querido ver en la intervención de Alberto Núñez Feijóo el pasado domingo, en el mitin de Madrid, una apelación a que la formación recupere una centralidad que habría perdido en los últimos años. Dejando a un lado que el acto se convocó con un lema que identificaba al Gobierno de España y a su presidente como integrantes de una banda mafiosa, lo que no parece, precisamente, un alarde de moderación, no está de más que el PP entre en una fase de reflexión bajo esa premisa. Sobre todo, si se tiene en cuenta que faltan pocas semanas para que el gran partido de la derecha española celebre un congreso en el que tendrá que despejar no pocas incógnitas ideológicas y programáticas. No es la primera vez que esas apelaciones al centro protagonizan la vida del PP. De hecho, es casi una constante desde la salida de Fraga y la llegada de Antonio Hernández Mancha en 1987. Con altibajos, idas y venidas, competir en el centro e intentar atraerse a ese sector del electorado ha sido una línea de actuación preferente. Al PP le ha ido mejor cuando ha logrado ganar la batalla de la centralidad contra el PSOE y peor cuando ha dejado a los socialistas todo ese terreno libre. Seguro en la propia condición personal e ideológica de Núñez Feijóo está ese espíritu de moderación y de centro. Otra cosa es que lo consiga imponer en el PP actual, víctima de la fuerte polarización en la que se mueve la política española, en el que dirigentes fuertemente escorados a posiciones radicales, como Isabel Díaz Ayuso, tienen un evidente protagonismo y predicamento. Feijóo haría bien en mirar hacia el PP de Andalucía, donde políticas centradas y un liderazgo que no levanta ampollas en manos de Juanma Moreno ha dado una mayoría absoluta cómoda y ha arrinconado a un PSOE que anda perdido y sin rumbo.
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