La epidemia silenciosa de los bulos, otra amenaza para la salud

El espacio público se llena de mensajes que erosionan la confianza en la verdad científica y afectan a ámbitos clave de la prevención

Los ponentes de tercera edición del programa ‘Esto es Ciencia, no Ficción’: David Botello, Marc Amorós, Maite Hernández y Laura Chaparro.
Los ponentes de tercera edición del programa ‘Esto es Ciencia, no Ficción’: David Botello, Marc Amorós, Maite Hernández y Laura Chaparro. / M.G.
Silvia C. Carpallo

07 de julio 2025 - 09:38

La información es poder, pero también puede ser salud. Tener una mejor información permite tomar decisiones más adecuadas en torno al autocuidado, la prevención y cómo gestionar la llegada de una nueva patología a nuestras vidas. Pero igual que el ritmo de vida nos pone difícil dejar la vida sedentaria y los ultraprocesados, la desinformación que colapsa las redes sociales nos pone difícil nutrirnos de la información clave para nuestro bienestar.

Las horas que pasamos haciendo scroll nos llenan de mensajes de repollos contra el cáncer de mama, lavados de orina infantil para prevenir el Covid o mensajes de antivacunas sin ningún tipo de aval ni evidencia científica. Nada nuevo en el horizonte. Las teorías antivacunas existen desde que se crearon las propias vacunas, cuando ya se hacían caricaturas ridiculizando a Jenner o Pasteur. Incluso la conocida imagen de ‘Anís del mono’ es una caricatura que intentaba ridiculizar al mismísimo Darwin por su teoría de la evolución. Desacreditar a los científicos no es un invento de este siglo, aunque lo que ha cambiado es que gracias a las redes sociales los mensajes llegan más rápido, gracias al big data y al marketing digital los mensajes llegan de forma más personalizada y más atractiva, y gracias a la inteligencia artificial (IA) resulta fácil engañar al ojo humano.

Sobre todo ello se ha debatido en la III Edición del programa ‘Esto es Ciencia, no Ficción’ realizado por Pfizer. Durante el mismo, Marc Amorós, periodista experto en desinformación, ofrecía datos como que este 2025 ya el 76% de los jóvenes europeos lee noticias falsas una vez por semana o que el 30% de las personas que decide no vacunarse lo hace debido a las fake news. No obstante, el 62% de las noticias que circulan por internet ya son falsas, y aunque 6 de cada 10 dice poder distinguirlas, la realidad es que solo logra hacerlo 3 de cada 20.

La industria de la desinformación

Ante este panorama, si en 2017 el 51% de la población confiaba en las noticias, a día de hoy en España solo deposita esta confianza el 31%. “La industria de la desinformación se automatiza, trata de saturarnos no para que creamos en sus mensajes, sino para que dejemos de creer en la verdad y estemos abiertos a cualquier tipo de relato”. Y ese es en gran parte el problema, que al final la gente huye de las noticias contrastadas, las que de verdad están verificadas por profesionales, pero no deja de consumir información discutible en redes sociales, donde vive en una burbuja informativa que reafirma sus emociones, ideologías o creencias, aunque muchas de ellas sean falsas.

En este bucle perverso, Laura Chaparro, responsable de redacción del Science Media Center España de FECYT, apuntaba que otro de los problemas es que se acabe silenciando a la ciencia. Y es que, según una de sus encuestas, la mitad de los científicos que han colaborado en medios han recibido ataques en redes, motivo por el que cada vez optan menos por prestar su voz de expertos, fundamental para combatir los bulos.

Alfabetización mediática y otros desafíos

Por ello, según la experta, “la alfabetización mediática es clave, es necesario saber cómo funcionan los medios de comunicación y cómo funciona la ciencia, para prevenir esta desinformación”. Finalmente queda por reflexionar que, en tiempos de desafíos globales como problemas de salud relacionados con la contaminación, con los cambios de alimentación, con virus que viajan miles de kilómetros y epidemias que acaban siendo pandemias, es urgente que la población, circule la desinformación que circule, sepa que siempre habrá fuentes fiables, como los medios tradicionales y los científicos reales, en los que poder confiar para informarse con rigor.

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