
Quousque tandem
Luis Chacón
Todología Aplicada
Situarse en el lado correcto (de la historia, de la fila para entrar al baño, o de la propia vida de uno) es un arte. Requiere una cierta habilidad, un buen pellizco de suerte y una apuesta en modo de elección. A veces los tres factores no se presentan juntos. Cuando hay habilidad, no es bastante, o no se presenta la oportunidad en el momento justo, mala suerte, o te equivocas al elegir, porque la apariencia falsa es un enemigo que cuesta derrotar en momentos decisivos. En mi caso, perdón por la inmodestia, ahora, cuento con algunas habilidades, creo que me acompaña la suerte y soy testarudo. Centraré el tiro en los dos últimos, asumido que la habilidad la demos por supuesta.
Mi suerte está casi siempre relacionada con las personas. En eso, atesoro un capital enorme. Hay dos particularmente que son la joya de la corona. A uno lo conozco desde mi juventud, con períodos valle, tiempos de silencio y momentos críticos. A otro lo tengo desde hace mucho menos tiempo, pero ha llegado con su madurez y la mía. También, a fogonazos, he compartido con él crisis chulas, pero es verdad que el silencio y los valles no suelen adornar tanto los periplos recientes. La suerte es que me he reunido con ellos en una empresa singular (no me refiero al modo de ganarse la vida, que también, sino a un propósito compartido). En ese propósito, el uno aporta método; el otro, creatividad; yo procuro empaparme como una esponja y estorbar lo menos posible para catalizar cuanto más mejor. Si tuviera que resumir, que no quiero, lo que solemos hacer juntos (el uno, imberbe por elección y algo flojo de pelo por ironía; el otro, barbudo por así quererlo y fuerte de pelo a su pesar) diría que vivir: con todas las difíciles complejidades que la vida tiene, gobernada a menudo por gentes que creen saber, pero no saben, por quienes creen mandar porque pueden elegirnos, pero igual no lo hacen, y por quienes no quieren ciertamente cambiar si las circunstancias lo exigen y se aferran a su cachito de confort, del que nunca salen, aunque parezca que siempre han estado fuera. Palabras, no hechos. Las otras gentes, que son las mías, estos dos tipos, piensan, actúan, yerran, se levantan, crean y viven. Aspiran a conquistar la felicidad, aunque pasen años cayéndoles bastos. Ellos son mi lado correcto. Y creo no habérselo dicho nunca, así que lo hago ahora.
Los propósitos locos que nos ocupan despertarán nuestro miedo. Vale, ¿y qué? Aquí estaremos fajando golpes y alentándonos. Y los elijo a ellos, por encima de toda la apariencia miserable (a veces, tristemente plena; a veces, mercenaria por mitad) de quienes, en cualquier ámbito, visten de belleza lo que solo es interés corto. Mi elección es vocacional, con independencia de lo que hagan. Ese lado correcto es imbatible, por más que un hijo de tal pretenda medirnos la primavera. Sigamos.
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