Todología Aplicada

Quousque tandem

16 de junio 2025 - 03:07

Echo de menos, en estos de días de sofocos preuniversitarios, tensiones juveniles y nervios familiares que alguna Universidad española se decida a poner en marcha una titulación que disfrutará de magníficas salidas profesionales y difícilmente verá a ninguno de sus egresados en las colas del paro. Me refiero a la de Todología Aplicada con sus diversas especialidades en… Nada. Porque ¿qué necesidad hay de especializarse en algo cuando se sabe de todo? La televisión nos ofrece a diario tertulianos irrelevantes, pero capaces de opinar respecto al cónclave con igual descaro y desconocimiento que sobre política económica o mecánica cuántica, de darse el caso. Amén de pontificar sobre energías renovables o fósiles, centrales nucleares, filosofía existencial o liturgias orientales sin más soporte que un rápido ojeo a la Wikipedia cinco minutos antes de iniciarse el programa.

No sé si les pasa, pero yo abdiqué de las tertulias televisivas y raramente escucho las radiofónicas. Resulta desalentador sentirse atraído por su publicidad y encontrarse, para debatir sobre las causas técnicas del apagón, con los mismos expertos inexpertos que días antes intentaron explicar sin éxito y saltando de error en error hasta el ridículo final las consecuencias económicas del endeudamiento público, por ejemplo.

Las viejas tertulias en las que dijeron inspirarse –más allá de que ningún plató aporta esa sensación de elegante decadencia que provoca el añejo salón de un café decimonónico con sus mesas distribuidas entre bosquecillos de columnas, espejos de molduras doradas y largos mostradores– solían dedicarse, bajo el liderazgo más o menos claro de uno o varios reconocidos prebostes, a un asunto concreto sobre el que se debatía en profundidad con conocimiento y en ocasiones, con vehemencia. Podía irse de mirón –no somos otra cosa ante la pantalla– a una tertulia política, filosófica, literaria, teatral, artística o taurina y además, a diferencia de hoy, aprender.

La idea de adaptarlas, primero a la radio y finalmente a la televisión, pudo ser interesante, pero ha derivado en una pesada serie de monólogos somnolientos que derivan con demasiada frecuencia en algarada cuya imagen oscila entre avispero y gallinero donde el ruido se impone al raciocinio. Y lo peor, es que crean opinión. De chichinabo, pero la crean.

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