
Tribuna de opinión
Juan Luis Selma
Redescubrir al padre
Cambio de sentido
Los que susurran al oído de Ayuso tuvieron lo que querían de la Conferencia de Presidentes, un show de cara a la caverna protagonizado por quien pareciera carecer del sentido del ridículo (esa es su gran diferencia con respecto a adversarios y correligionarios, y la hace prácticamente indestructible). Ni siquiera diría que el enésimo numerito de la presidenta tapándose los oídos ante las lenguas vasca y catalana sea para consumo interno, pues quiero pensar que hay populares que se abochornan ante su comportamiento, tantos como socialistas a los que se les tiene que caer la cara de vergüenza con la tal Leire en los platós.
Con quien, como Ayuso, se niegue a escuchar, no gasto saliva. A los demás os digo que, a mi entender, es necesario, constructivo y ejemplar que, en los foros de representación de las Españas –ese plural histórico– se hable, quien así lo quiera, en la lengua cooficial de su comunidad. Porque este foro, o el Parlamento –ay, Feijóo–, no son la barra de un bar. Tal gesto simbólico, lejísimos de romper España, la vertebra, nos reúne, nos abre, nos acerca. Si, en vez de haber fomentado la ignorancia y el desprecio a las lenguas cooficiales, hubiéramos aprendido en la escuela un poquito de gallego, catalán, valenciano y euskera, además de más cultos, nos sentiríamos muy orgullosos de la riqueza lingüística, literaria y cultural de nuestro país. Lamento amargarles el café a quienes se empeñan en que la patria sea, frente a la jugosa realidad, lo que a ellos les quepa en los parietales.
A Ayuso no le pido –aunque, en calidad de presidenta de una comunidad autónoma, debiera– que en un foro donde está representada toda España escuche en las lenguas cooficiales. Me conformaría con que, la que chapurrea, la usara con el rigor y el decoro que corresponde a su rango. No aludo siquiera a que llame a Sánchez “seudónimo de autócrata” en vez de “sucedáneo de autócrata”; que escriba en X “así mismo” donde es “a sí mismo”; que se invente que la “d” de covid significa “diciembre”, o que masculle “hijo de fruta” como quien suelta “me cago en ros”. Me conformo con que no haga mala la genial lengua castellana, pervirtiendo el significado de palabras como “libertad”, que nada tiene que ver con el lúpulo y sí con los derechos, la justicia social y las entendederas.
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